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Barcos de cristal

Por Gabriel Páramo///Semillero65

Ciudad de México,(10-06-2025).-Hasta hace poco, la diferencia entre realidad y fantasía era muy clara; la discusión entre lo objetivo y lo subjetivo terminaba rápidamente. Sin embargo, el desarrollo de las nuevas tecnologías cayó de repente en medio de nosotros y, en ese momento, nos dimos cuenta de que teníamos que replantearnos no solo lo nuevo, sino lo que dábamos por hecho.

Yo tengo la convicción que siempre he vivido en una realidad alterada. No creo que sea como vivir en una mátrix o algo por el estilo, sino que la realidad y la fantasía son, en verdad, dos caras de la proverbial misma moneda que ha venido rodando por acá desde tiempo de los romanos.

Tal vez, por eso desde pequeño siempre encontré en los libros, y más precisamente en las narraciones de ciencia ficción, la explicación para esas caras de la realidad.

Los escritores resultan privilegiados pues crean mundos, tan válidos para sus lectores como los cotidianos, y lo hacen desde mucho tiempo antes que el desarrollo de los mundos virtuales de la computación. Todo se lo debemos a los narradores.

Se dice que un mentiroso es quien dice una mentira para obtener provecho y que, en ese sentido, los escritores somos mentirosos. No estoy tan seguro de ese juicio, porque mentira implica engaño y ¿acaso el novelista o el cuentista engañan?

Ya sean mundos habitados por creaturas mágicas o viajes al pasado; desde la comparación de dinosaurios con seres humanos hasta las travesías espirituales y espaciales, los escritores muestran —y viven necesariamente— en realidades alteradas. Algunos lo hacen con ayuda de sustancias químicas, pero la gran mayoría, incluyendo a quienes aceptan el uso de drogas o alcohol, lo logran primordialmente con el poder de su mente.

A continuación, daré unos ejemplos de libros de ciencia ficción leídos en diversas etapas de mi vida y que de alguna manera me marcaron.

I Dan Simmons

 El espacio interior

Autor de Hyperion, una de las sagas más impresionantes de la ciencia ficción cuyos dos primeros títulos (Hyperion y Regreso a Hyperion) son dos obras fundamentales de la literatura del siglo XX, de novelas de terror como Vampiros de mentes y de gran cantidad de obras de los más variados temas y géneros, Dan Simmons demuestra que, en realidad, su especialidad son los viajes al interior de la mente de los seres humanos, a tratar de mostrar lo más profundo de los procesos que los llevan a actuar de una forma determinada, a ser como son.

En Fases de gravedad, un astronauta que viajó en una de las últimas misiones Apolo a la Luna hace un viaje de descubrimiento personal al buscar a su hijo que ha caído bajo la influencia de un mercader de misticismo. En ese viaje, Baedecker reencuentra sus motivaciones y tiene la oportunidad de tomar decisiones éticas en torno al mundo que lo rodea. Al mismo tiempo, es testigo de la degradación de muchos de los valores inspirados en el racionalismo propiciados por un retorno a valores místicos fundamentalistas que llevan a uno de sus compañeros, por ejemplo, a hablar de un encuentro con la divinidad en su viaje a la Luna del que no habló nunca antes de convertirse en predicador.

Baedecker, el protagonista de Fases de gravedad es testigo de la manera en que se entrelazan los hechos ocurridos en la niñez de otro de sus amigos con la enfermedad y la paternidad en el momento de tomar decisiones que pueden llegar a costarle la vida, pero que si no se tomaran serían una traición en todo lo que se cree y en lo que se ha vivido.

Algunas personas han dicho que Fases de gravedad es una “novela aburrida en la que no pasa nada”. En efecto, no pasa nada si con esto queremos decir que no hay aventuras extraordinarias o cambios repentinos en la motivación de los personajes. Fases de gravedad es una novela en la que la vida discurre terca, inexorable y fatal; en la que los seres humanos se enfrentan al destino sabiendo que no lo pueden derrotar, pero que el valor de su vida lo da, precisamente, saberlo y no por eso rendirse ante lo inevitable.

La novela es un ejercicio de análisis de los sistemas de creencias que se enfrentan a una posmodernidad que nos trae integrismos, magia y horóscopos; que nos vende guerras en televisión, consumo global y  escepticismo. Es una novela que basa la esperanza de la humanidad en la razón, como resume Maggie Brown, otro de los personajes, al hablar de su sistema de creencias:

Creo en la riqueza y el misterio

del universo; no creo

en lo sobrenatural.

En suma, podemos decir que Fases de gravedad no es una novela para todos, ni para consumos masivos. Es una obra de reflexión para quienes se interesen profundamente en el espacio insondable constituido por el interior de cada uno de nosotros.

II Connie Willis

Kepe from haire. Der fevreblau hast hifallen us

A veces, como algunos piensan de las comidas, lo mejor viene al final. Así ocurre con la novela El libro del día del juicio final, de la escritora estadounidense Connie Willis.

Comencé a leer el libro con grandes expectativas. No en vano, la escritora es una célebre exponente de la ciencia ficción dura (la que se apoya en lo científico más que en cualquier otro recurso) y la novela obtuvo los prestigiadísimos premios Nebula, en 1992, y Locus y Hugo en 1993. Sin embargo, muy pronto me sentí decepcionado por una narración bastante plana, llena de prejuicios históricos y poco creativa.

En realidad, se parecía bastante a mi experiencia literaria anterior con esa autora. Tránsito, novela en la que aborda el tema de la vida (o no vida) después de la muerte, me pareció sumamente pretenciosa y aburrida… y los primeros cientos de páginas de El libro del día del juicio final eran por el estilo. Sin embargo, la narración que hace de la lucha de la historiadora protagonista para confortar a los habitantes del pueblito inglés medieval durante el principio de la peste donde está atrapada, así como los retratos que hace de héroes y villanos, inocentes y malvados, santos y personas comunes es, por decir lo menos, portentoso.

La ciencia ficción es un género poco comprendido y, a menudo, injustamente despreciado. Muchos se avergüenzan de haber leído ese tipo de obras y otros más, sin seguramente haberse acercado jamás a ninguna de ellas, las califican de literatura escapista que “solo habla de extraterrestres”.

Sin embargo, la ciencia ficción permite por su naturaleza alegórica crear cuadros vívidos y profundos sobre situaciones límite a las que se enfrenta el ser humano de manera que nos permita reflexionar, como ocurre con El libro del día del juicio final sobre nuestro propio mundo, sobre nosotros mismos y sobre si seríamos capaces de alertar a los desconocidos sobre nuestros males con un kepe from haire. Der fevreblau hast hifallen us (aléjense de nosotros, el mal azul (peste) ha caído sobre nosotros, en inglés medieval) como lo hace la protagonista de la novela.

IV Michael Crichton

Los velociraptores de hoy

¿Por qué las relaciones humanas son tan difíciles? Los amigos se odian, los esposos se engañan, los hermanos se asesinan. Nadie confía de su prójimo, nadie piensa en los demás, nadie se sacrifica.

Los mensajes que recibimos de los medios son inequívocos: Ve por ti, aprovéchate de los demás, solo eso importa.  Esto para muchos suena bien, pero el grupo unido es para que uno solo triunfe, para que uno solo se quede con el premio millonario que -seguramente- no tiene ni la menor intención de compartir.

En las calles solo uno tiene derecho de paso: yo. Por un golpe idiota en el periférico, el dueño de cualquier carro es capaz de detenerse a alegar valiéndole madres que se haga un embotellamiento de 20 kilòmetros. La gente actúa como si no existiera mañana, ni para ellos mismos.

Los aficionados se quedan despiertos toda la noche chupando para ver el partido de futbol de la selección nacional. Si al día siguiente los puestos de trabajo permanecen vacíos y los salones de clase desiertos, pues ya ni pedo.

¿Para qué esforzarse, si el mundo es de los vivos? Yo conozco a una señora que sacó a su hijo de tercero de kinder y lo regresó a segundo porque en tercero le estaban enseñando a leer y le exigían mucho. “Pobrecito -se quejaba la amorosa madre-, ya tendrá mucho tiempo para aprender. Ahorita que no se esfuerce, está muy chiquito”.

En Lost World, Michael Crichton dice que los velociraptores eran unos dinosaurios extraordinariamente inteligentes y con una vida necesariamente social. Sin embargo, debido a que en la novela esos dinosaurios habían crecido sin padres ni estructura social, se tornan criaturas impredecibles, violentas y, sobre todo, egoístas. Son capaces de destruir cualquier cosa, incluso sus crías, con tal de conseguir sus metas a corto plazo.

Nosotros vivimos actualmente en una sociedad de velociraptores. Queremos éxito rápido y vida fácil. Como todos estamos bien, todos tenemos nuestra verdad y todos poseemos un cachito de razón, entonces para qué construimos, para qué entablamos relaciones serias, para qué crecemos.

Y, por alguna razón, todo esto debe ir acompañado con la música de Doors (no en vano tengo casi siete décadas), en particular con Crystal Ships, que aunque no tiene nada que ver, siempre me recuerda la lectura de Crónicas marcianas, del inmortal Ray Bradbury.

The Crystal Ships (Morrison/Densmore /Manzarek/Krieger, 1967)

Before you slip into unconsciousness
I’d like to have another kiss
Another flashing chance at bliss
Another kiss, another kiss

The days are bright and filled with pain
Enclose me in your gentle rain
The time you ran was too insane
We’ll meet again, we’ll meet again

Oh tell me where your freedom lies
The streets are fields that never die
Deliver me from reasons why
You’d rather cry, I’d rather fly

The crystal ship is being filled
A thousand girls, a thousand thrills
A million ways to spend your time
When we get back, I’ll drop a line

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