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Diablito loco del futuro pasado

Por Gabriel Páramo///Semillero65

Ciudad de México,(31-01-2024).-Mi mamá, una mujer inteligente y culta, me compartió su pasión por la ciencia ficción. Recuerdo, muy pequeño, ir al cine Latino, en Paseo de la Reforma, a ver las series originales de Flash Gordon (1936, 1938 y 1940) o, años después, 2001 Odisea en el Espacio (2001: A Space Odyssey, Kubrick, 1968), El planeta de los simios (Planet of the Apes, Schaffner, 1968) o La guerra del fuego (La guerre du feu, Annaud, 1981). No solo fueron películas. Frecuentemente íbamos a Sanborns a ver si había llegado la nueva entrega de la colección de ciencia ficción de Bruguera, discutíamos sobre Crónicas marcianas (The Martian Chronicles, Bradbury 1950) que Javier Salido nos presentó y que también fascinó a mi papá y a mi hermano Eugenio.

A raíz de esa vida llena de ciencia ficción y conocimientos científicos, pues también mis papás nos hablaban de evolución, antropología, astronomía, arqueología e historia, fui forjando ideas sobre el futuro, tal como lo marcaban los cánones de hace cuatro, cinco o seis décadas y que llenaron mi mente de ucronías, como las propuestas por Carrera mortal (Death Race 2000, Bartel 1975), que preveía para 1979 un colapso en Estados Unidos y para el año 2000 la celebración de una carrera intercontinental en la que los concursantes van asesinando personas; también, por el estilo, es importante Gladiadores del futuro (Rollerball, Jewison 1975) que en unos Estados Unidos convertidos en corporación global presentan un espectáculo sangriento de lucha en patines, supuestamente en 2018.

Dentro de las películas que nos alertaron sobre la catástrofe ambiental que se cierne en nuestro planeta y nos mostraron futuros posibles, tememos Naves misteriosas (The Silent Running, Trumbull 1972 ) película situada en principios del siglo XXI donde unas naves invernadero en órbita de Saturno resguardan los últimos vestigios de bosque de la Tierra, pero se decide que destruyan los árboles pues se necesitan para algún proyecto más rentable, por lo que el astronauta y botánico Freeman Lowell decide, a costa de su propia vida y la de sus compañeros, preservar el último reducto de bosque terrestre, que deja al cuidado de unos robots. Musicalizada por Peter Schickele y cantada por Joan Báez, esta película me marcó profundamente pues, precisamente por esas épocas, en el camino del Ajusco, a donde fuimos tantas veces de día de campo en paseos familiares, se intensificaron las obras de construcción desde el Colegio de México, el Fondo de Cultura Económica y la Universidad Pedagógica Nacional, hasta proyectos inmobiliarios, que destruyeron para siempre un hábitat milenario y único.

Por supuesto, dentro de esta misma temática no puede quedar fuera la aterrorizante Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, Fleischer 1973), basada en “¡Hagan sitio!”, novela de 1966 de Harry Harrison, donde en un Nueva York de 2022 asolado por la contaminación, la falta de recursos y el calentamiento global se deben recurrir a medidas extremas para sobrevivir.

Por supuesto, 2001 Odisea en el espacio ocurre en un siempre añorado 2001 que nunca existió. La llegada del ser humano a la Luna en 1969 nos hizo imaginar un futuro cercano poblado de viajes interestelares que no se dieron, aunque tampoco se dio el temido planeta de los simios, en que la nave espacial partía de 1972 y llegaba a su extraño destino en dos años (para los ocupantes de la nave), pero en 3978 para el mundo exterior.

Así, Crónicas marcianas ocurren entre enero de 1999 y octubre de 2026, la inteligencia artificial que gobierna la tierra manda a su emisario desde 2029 para matar a John Connor en la primera entrega de Terminator (The Terminator, Cameron 1984 y el Júpiter II, con la familia Robinson, el traicionero Dr. Smith y el omnipresente Robot inician su viaje en Perdidos en el espacio (Lost in Space, Allen 1965-1968) desde canal 5 en 1997. También, algunos episodios de El túnel del tiempo (Allen, 1966-1967) nos mostraron atisbos de un futuro que no se concretó tal cual, como “One Way to the Moon”, en el que Tony y Douglas, los viajeros, aparecen en 1978 en un fallido vuelo a Marte.

Este recuento de historias, películas y series de televisión me hacen revivir tanto mi niñez y juventud, como la expectación por futuros que nunca ocurrieron, pero que en cierta medida nos prepararon para el ahora. Por cierto, la remembranza viene con música de la que en los 60 escuchaba mi entonces muy joven mamá en la voz de Leda Moreno:

Sus hijitos lo buscaban, papi vamos a jugar
El diablito se escondía y no hacía más que roncar
El diablito seguía bailando
En una noche de Luna debajo de la cama
Salió un diablito loco buscando una guitarra
Y bailaba y cantaba y se rascaba y decía
¿Dónde diablos la guitarra se quedó?*

*”El diablito loco”, Leda Moreno

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