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El Cid Campeador, Eugenio y temporadas en el sol

Por Gabriel Páramo///Semillero65

Ciudad de México,(07-03-2024).- Sería el año de 1962 o principios del 63. Mi hermano Eugenio (quien murió hace un año) y yo pasamos unas vacaciones de esas que parecen eternas en la niñez en Cuautla, en un hotel que, me parece, administraba mi querido tío Juan Antonio de Juanbelz, esposo de mi tía Carmelita, hermana de mi papá.

Durante esas vacaciones, en las que mi hermano y yo terminamos de aprender a leer, estábamos obsesionados por una figura casi legendaria: El Cid Campeador. Habíamos visto El Cid (Mann, 1962), con un muy improbable Charlton Heston como Ruy Díaz de Vivar, Sophia Loren como doña Jimena y otros actores de la época. La cita, como muchas versiones de Hollywood de la historia, era un cuento de amor con muchas batallas muy bien montadas y llena de inexactitudes y aberraciones históricas.

Sin embargo, para dos niños de unos cinco o seis años era lo máximo que podíamos desear. Durante todas esas vacaciones Eugenio y yo usamos unos suéteres grises de estambre que nos quedaban grandes (en algunas familias de esa época se acostumbraba que la ropa fuera una o dos tallas más para que rindiera mientras los hijos iban creciendo) y unas gorras, también grises de estambre, que mi mamá nos tejía para cubrirnos del frío, obvio, de la Ciudad de México, no del calor de Cuautla, Morelos.

Nuestras cotas de malla y armaduras nos acompañaron en sinfín de aventuras medievales en las que Eugenio y yo recorrimos juntos un mundo medieval compuesto de retazos de historias contadas por mi mamá, lecturas paternas y películas. Por eso, tal vez, disfruté tanto la lectura de SIdi, un relato de la frontera, (Pérez-Reverte, 2019), una novela de aventuras bien hecha, bien contada, que te remite a la turbulenta y poco conocida (pero muy utilizada ideológicamente) edad media española, con soldados cristianos brutales y místicos, y musulmanes guerreros de distintos tipos e ideologías.

Leer Sidi fue volver a recorrer con mi hermano Eugenio las planicies castellanas en busca de aventuras, enfundados en cuero y metal, luchando con espadas, hachas y mazas en unas vacaciones eternas, como podría escuchar, unos diez años después, en la canción Seasons in the Sun, cantada por Terry Jacks, adaptación de la belga Le Moribond (Brel, 1961).

Adiós a ti, mi amigo de confianza

Nos conocemos desde que teníamos nueve o diez años

 Juntos hemos escalado colinas y árboles

Aprendimos sobre el amor y el abecedario

 Nos lastimamos el corazón y nos raspamos las rodillas

Adiós, amigo mío, es difícil despedirse

Cuando todos los pájaros están cantando en el cielo

 Ahora que la primavera está en el aire

Las chicas bonitas están por todas partes

Piensa en mí y estaré allí*

*Goodbye to you, my trusted friend/ We’ve known each other since we were nine or ten/ Together we’ve climbed hills and tres/ Learned of love and ABCs/ Skinned our hearts and skinned our knees/ Goodbye my friend, it’s hard to die/ When all the birds are singing in the sky/ Now that the spring is in the air/ Pretty girls are everywhere/ Think of me and I’ll be there (Brel/McKuen, 1981-1974)

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