Por Gerardo Romo///Semillero65
Zacatecas,(29-09-2025).- No sabían agarrar un pincel. “Yo no puedo creer que aprendí a pintar, es muy relajante volar con la imaginación para crear algo, yo nunca había tocado un pincel, mi maestra me quitó el miedo a pintar y gracias a ella saqué la pintora que llevo dentro”, dice Cristy Castillo, quien es admiradora de Frida Kahlo y Diego Rivera y ahora pinta una colección de vírgenes y bocetos.
Esta magia ocurre en el taller de pintura de la Casa del Jubilado del ISSSTEZAC, en Plaza de Armas, en el corazón de la ciudad al que acuden hombres y mujeres que encuentran en la pintura una razón lo suficientemente poderosa para seguir adelante.
Hoy este grupo de personas mayores se familiarizaron tanto con la pintura que hasta han protagonizado exposiciones colectivas, la más reciente en La Ciudadela del Arte, hicieron del pintar una forma de recuperarse a sí mismos y en comunidad CREAR nuevos mundos gracias a la imaginación, al aprendizaje al deseo de ser y estar de una forma distinta en pos de la realización.
“Nos sentimos queridas, nos echamos porras nos animamos, hacemos una comunidad de adultos mayores que compartimos disfrutar de las obras que hacemos como de las personas que participamos en el taller”, dice Socorro Luna Arellano, zacatecana por convicción quien llegó aquí desde Veracruz en 1992 para hacer un trabajo en el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) y desde entonces el encanto de la ciudad la atrapó y le hizo echar fuertes y profundas raíces aquí.
“Llevo 75 obras realizadas en 6 años, a mi me gusta lo abstracto, me encanta jugar con los colores”, dice Socorro llena de felicidad, al tiempo que explica que de sus obras, la que más le gusta es una que hizo a base de siluetas y la cual tiene en alguna de las paredes de su casa.
A sus 81 años, Luna, como firma sus cuadros vive hoy plenamente el ejercicio de su libertad, luego de iniciar su proceso de jubilación, tras una vida entregada al país como antropóloga, a la crianza de tres hijos ya adultos.
¡Haga de cuenta que estamos en la escuela!, exclama una de las felices alumnas, mientras la maestra hace paradas momentáneas ante las creaciones de sus alumnas y alumnos, les hace sugerencias de mezclas en la paleta colores, cómo resaltar detalles o simplemente emite algún comentario que les saca una sonrisa.
Al taller de pintura junto a las personas adultas mayores también de pronto llegan algunos jóvenes y ahí se fomenta el diálogo, la comprensión, el entendimiento generacional, el arte y su poder transformador.
Cuando entras al taller se respira tranquilidad, Belem Contreras Goitia así lo ha experimentado, desde hace cuatro meses que llegó sumida en depresión.
¡Aaaaahhhh soy muy feliz aquí!, me contesta en un profundo suspiro de alivio cuando le pregunto cómo se siente de estar entre caballetes, en un diálogo permanente con su yo más profundo y sus compañeras y compañeros de viaje creativo.
“En mi casa ya me sentía deprimida, que no servía para nada, vine aquí, se me levantó el ánimo”, admite esta mujer quien atribuye a su padre Cresencio Contreras (quien tenía una imaginación prodigiosa) y su madre Antonia Goitia Fraire quien le enseñó a dibujar desde los 4 años, quienes le sembraron en los genes y el corazón su hoy entrañable despertar artístico. Y aunque es sobrina de el gran pintor fresnillense Francisco Goitia de quien tiene leves recuerdos en su niñez, son su padre y madre los gestores de su vena artística más profunda.
Y ahora Belem, quien fue educadora y maestra de piano de niñas y niños de preescolar terminó de pintar “El Juego de Pelota de los Mayas”, que tomó de un recorte tipo monografía de esas que se compraban en las papelerías durante la primaria.
“Me gusta mucho pintar, me gusta mucho lo que he hecho”, dice en onda satisfacción Belem, a quien sus compañeras y compañeros le tienen un cariño y admiración especiales.
Antonio Pliego Ávalos es un ingeniero orgullosamente Politécnico que en sus tiempos de juventud jugó en la Liga Mayor de fútbol americano con los Burros Blancos como tacle ofensivo o ala defensivo, también de pronto le tocó devolver patadas de salida, esos tiempos los recuerda con haaarto gusto, como cuando le tocó jugar un clásico con los Pumas de la UNAM y entre goyas y hulelum, sentía como el Olímpico Univeritarsitario retumbaba y su cuerpo fuerte y corpulento se hacía pequeño ante semejante algarabía.
“Era como sentir una lozota sobre la espalda, con la urgente necesidad de superar el miedo”, dice a quien sus médicos le dicen el gato, pues quizá tiene más de siete vidas, pues ha superado dos operaciones de corazón, de la vesícula, del apéndice y no pocas operaciones a causa de los durísimos impactos en el campo de juego.
Pero ahora en el taller de pintura esa adrenalina ha dado paso a la quietud, hoy este hombre está en los últimos retoques de su Quijote que cabalga sobre un bello pasto verde y un cielo tan intenso y único como el de Zacatecas, mientras un jaguar sale de la frondosa selva y lo mira como esperando que lo termine, le lleve a casa u lo cuelgue en la pared.
Así se vive en el mundo de la creación en el mero centro de nuestra capital, cuna de grandes pintores que siguen en sus hijos e hijas mayores dando frutos abundantes.














