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Juan Carlos, el profe que ama declamar

Por Gerardo Romo///Semillero65

Zacatecas,(25-11-2025).- A este profe fresnillense, el gusto por la declamación le surgió cuando apenas era un chamaco de secundaria. Y ése arte tiene como columna vertebral un amor primero, el de la palabra.

El profe Juan Carlos Salvador Jiménez Navarro ya perdió la cuenta de la enorme cantidad de poesías que ha leído y declamado, pero lo que tiene presente como si fuera ayer es a quien le debe ese motor en su vida, al gran maestro de español Enrique Guerrero Gómez, toda una institución en Fresnillo especialmente en la secundaria Benito Juárez.

“Con el profe Guerrero hacíamos muchas poesías corales en las que yo participaba, me gustaba mucho porque él lograba conectarnos con los poemas que declamábamos, era muy emocionante, me gustaba mucho participar.. ¡y hasta la fecha! exclama sonriente.

El profe define la declamación como “la posibilidad de expresar los sentimientos que el poeta tiene”. Y lo mejor es cuando esa expresión llega al corazón de quien la recibe y le mueve las entrañas.

Ya retirado de la docencia, el profe no deja de asistir a los talleres y actividades que ofrece el ISSSTEZAC en La Casa que tienen en la Lagunilla,en el mineral del Fresnillo donde las personas adultas mayores continúan sus vidas.

“Gracias a esta Casa del Jubilado tenemos una vejez activa, productiva, descansamos echándole ganas”.

Para Juan Carlos declamar es ya una tradición en su ser, lo hace cada vez que puede, la última vez cautivó a sus compañeras y compañeros jubilados con la poesía “Que me perdone la ciencia”, del argentino Claudio Martínez Paiva en el Festival Conmemorativo por el Día de Muertos.

Estoy solito en mi rancho,

me he quedado solo en casa.

Ladran los perros afuera

como si vieran fantasmas,

y alumbran mis pensamientos

candiles de luces malas.

Alones de pájaros negros

me ponen luto en las mangas,

y es tan grande el sufrimiento

que voy llevando en el alma

que no lo explican las cosas,

ni lo dicen las palabras.

Este poema narra la historia de un padre que pierde a su hijo de 8 años por fiebre debido a que el médico se negó a atenderlo por el mal estado del camino hacia su rancho y su incapacidad de pagar, luego su esposa también muere de dolor por la pérdida de su hijo, dejándolo solo en su rancho con su sufrimiento y deseos de venganza contra un sistema que no protege a los más vulnerables.

Con esta poesía, Juan Carlos Salvador, ganó un concurso nacional de declamación de profesores normalistas en 1977, fue el mejor entre más de 600 de sus colegas

Pero a él le gustan prácticamente todos los poetas, en especial los latinoamericanos, desde Ramón López Velarde, hasta Jorge Luis Borges, Rubén Darío, el peruano César Vallejo, Mario Benedeti, Efraín Huerta, José Martí, Vicente Huidobro, Sor Juan Inés de la Cruz… que le fueron presentados por el profe Guerrero.

Ellas y ellos lo acompañaron y de alguna manera también le ayudaron a dar un giro a su vida académica, pues mientras él vivió siendo niño ésa máxima de que la letra con sangre entra… ya como profesor, gracias a la palabra bien dichay la buena entraña de su ser se dió cuenta que la mejor fórmula para una enseñanza efectiva es con entrega y amor.

Y el profe Juan Carlos como maestro rural convivió muchas veces con la pobreza en la que vivían sus alumnos, estuvo 32 años activo en los municipios de Sombrerete (corazón nacional de la producción de frijol), en Calera, (municipio al que la cervecera le arrebató el agua del pueblo y finalmente su natal Fresnillo.

“En el camino es habitual tener niños y niñas con hambre atroz y también aquellos que lo tienen todo, son los contrastes de la vida, y lo que uno le queda es mostrarles el mundo con el conocimiento”, dice.

Cuando el ejemplo guía

Desde los cinco años, el pequeño Juan Carlos veía como su abuela Josefina Guzmán Guzmán daba clases a sus alumnos…” les enseñaba con mucho amor”, recuerda.

Y la fotografía que más se quedó en su memoria fue la de su abuela dándole a los alumnos recetas de cocina y también clases de costura.

No olvida como Josefina se ponía a leer con sus niños y niñas en el corazón de las comunidades…”la ternura con la que se dirigía a los niños me marcó y me hizo querer ser como ella”, admite.

“Que me perdone la ciencia”
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