Por Gabriel Páramo///Semillero65 Fotos: Archivo Histórico del IISUE
Ciudad de México,(09-10-2024).-Nuevamente se recuerda el 2 de octubre de 1968. Yo nací en 1957, a fines de noviembre, así que para esa fecha aún era muy niño; además, estudiaba en un colegio particular y mis papás decidieron que no fuéramos a la escuela en los días más álgidos de las confrontaciones.
Nosotros vivíamos como a 20 metros de Paseo de la Reforma, así que vimos marchas de primera mano. Recuerdo a mi papá rompiendo la barrera de granaderos, que en esos momentos eran chaparritos y llevaban unos ridículos escudos redondo de lámina, porque le impedían el paso- No es que mi papá estuviera en favor del movimiento, que no lo estaba (también lo vi rompiendo un volante de los estudiantes frente a ellos), sino que no le gustaba que estorbaran su paso.
“Los disturbios”, como conocimos el movimiento del 68 en casa, coincidieron con una época de estrechez económica familiar, de tal modo que muchas actividades quedaban pospuestas para “cuando pasaran los disturbios” mismos que de acuerdo con ese dicho han de haber durado como 14 años.
Mis recuerdos del 68, repito, son confusos e inconexos. Me queda muy claro la emoción de los Juegos Olímpicos. Yo tenía el álbum de estampas de Nestlé y el libro oficial de timbres de los Juegos, que me regaló mi abuelita. También, me quedan memorias de haber ido a Insurgentes, en la esquina de lo que era el Parque de La Lama (luego el Hotel de México y, después, el WTC) a ver pasar no recuerdo si a quienes llevaban la antorcha olímpica o a corredores del maratón.
Del mismo modo, tengo presente la imagen de mi tío Pancho, que en esos años seguro era poco más que un muchachito, muy orgulloso porque había captado en súper 8 el sorpresivo triunfo de Felipe “El Tibio” Muñoz, quien a los 17 años venció al favorito, el soviético Vladimir Kosinsky en los 200 metros braza (no sé exactamente que signifique eso de “braza”).
Por supuesto, el movimiento estudiantil (y popular) del 68, a pesar del ambiente protegido, no pasó totalmente inadvertido. Me enteré de la matanza de Tlaltelolco, aunque debo confesar que tardé años en dimensionarlo debidamente. No quiero ser como un profesor conocido mío que en la Septién, cada 2 de octubre, contaba como si fuera testigo presencial la odisea de los estudiantes y daba opiniones que solo un actor pudiera emitir… a pesar de que era al menos 10 años más joven que yo. Una vez lo confronté al respecto y se indignó mucho.
Del cancionero sobre el suceso, uno de los mejores ejemplos es, desde mi punto de vista, el Corrido del 2 de Octubre, cantado por Óscar Chávez, que dice:

El dos de octubre llegamos
Todos pacíficamente
A un mitin en Tlatelolco
Quince mil en contingente
Año del sesenta y ocho
Qué pena me da acordarme
La plaza estaba repleta
Como a las seis de la tarde
Grupos de obreros llegaron
Y el magisterio consciente
Los estudiantes lograron
Un hermoso contingente
De pronto rayan el cielo
Cuatro luces de bengala
Y aparecen muchos hombres
Guante blanco y mala cara
Zumban las balas mortales
Rápido el pánico crece
Busco refugio en la tropa
Y en todas partes aparece
Alzo los ojos al cielo
Y un helicóptero miro
Luego, sobre Tlatelolco
Llueve el fuego, muy rápido
Qué fuerzas tan desiguales
Hartos tanques y fusiles
Armados los militares
Desarmados los civiles
Doce años tiene un chiquillo
Que muerto cae a mi lado
Y el vientre de una preñada
Cómo lo han bayoneteado
Hieren a Oriana Fallaci
Voz de la prensa extranjera
Ya conoció la cultura
Del Gobierno de esta tierra
Ya vio que vamos unidos
Estudiantes con el pueblo
Contra sistema corrupto
Y falacia de un gobierno
Recordará a los muchachos
Contra la pared, sus caras
Las manos sobre la nuca
y su derecho entre las balas
Jóvenes manos en alto
Con la V de la victoria: “V, de Vallejo”, nos dicen
Los de la Preparatoria
Piras de muertos y heridos
Solo por una protesta
El pueblo llora su angustia
Y el gobierno tiene fiesta
Qué cruenta fue la matanza
Hasta de bellas criaturas
¡Cómo te escurre la sangre!
¡Plaza de las Tres Culturas!
Y porque en esto murieron
Mujeres y hombres del pueblo
El Presidente le aumenta al Ejército los sueldos
El dos de octubre llegamos
Todos pacíficamente
A un mitin en Tlatelolco
Quince mil en contingente
Recuerdo mucho mejor el Halconazo del 10 de junio de 1971, porque mi mamá iba de visita a casa de mi abuelita, en Avenida de los Maestros, frente a la Normal, y desviaron su autobús por lo que no pudo llegar. En una época sin internet y teléfonos fijos (y escasos) supimos hasta muchas horas después el peligro en que habían estado ella y mi hermano Eugenio. Por cierto, en la cocina de casa de mi abuelita, durante años, quedó la señal de una bala que entró por la ventana durante ese criminal Halconazo.
La influencia del 2 de octubre, aunque en cierto modo indirecta, ha sido crucial en mi vida pues me ha permitido reflexionar sobre ese México, que en palabras de Luis Spota consideramos “casi el paraíso”, pero que estaba muy lejos de serlo.
