Por Alfredo Gabriel Páramo///Semillero65
Ciudad de México,(15-08-2024).-Mis orígenes, como los de la mayoría de los mexicanos nacidos en la década de los 50 del siglo pasado, tienen referencias muy autoritarias. Autoritario era el gobierno mexicano (y el de muchas otras partes del mundo), autoritarios eran los profesores y las familias. La noción de “principio de autoridad”, o sea, que las cosas deben ser de tal manera porque así se mandan, me parece bastante comprensible… pero repugnante.
Sin embargo, no puedo negar que a veces ciertas situaciones me llevan a pensar que la sociedad está muy mal y que lo que requiere es orden, disciplina y buenos modales. O, cuando menos, clases de civismo.
Sí, ya sé que suena horrible, pero no se me ocurre otra cosa. Por un lado, años de desatención familiar nos han legado generaciones de jóvenes paradójicamente consentidos, a los que no se les puede decir nada sin que se sientan injustamente lastimados en sus derechos humanos o en su dignidad. Si se les pide que bajen las patotas de las bancas donde se sentará otras personas, se indignan porque se vulnera su libertad, si se les aplica un examen y lo reprueban, es clara muestra de prepotencia y discriminación, si bajan un trabajo de internet o le piden a alguna AI que lo redacte, y reprueban, el maestro es el culpable.
Niños cuyos padres, maestros y guías estaban demasiado ocupados como para ponerles atención, ahora reciben como pago la mirada indulgente y culpable que impide corregir. En mis tiempos, cuando el esmilodonte y el mamut aún dominaban la tierra, medio mundo regañaba a la otra mitad, lo cual no era tampoco bueno, aunque si ofrecía algo de contención.
Nos olvidamos que la naturaleza tiene mecanismos extraordinarios de eliminación de los débiles y que cuando la cultura y la civilización fallan, entran en escena, como lo narra de manera novelística El mundo perdido (Crichton, 1995), una muy buena continuación de Jurassic Park (1990).
En esa novela, Crichton apunta que los animales inteligentes necesitan corrección, socialización y aprendizaje para ser funcionales y que, en caso contrario, se convertirán en sociópatas que seguirán sin ningún reparo sus propios instintos o el de sus líderes (curiosamente, esto también puede darse en regímenes demasiado autoritarios.
Como las huestes nazis, la mayoría de las personas hace lo que hacen los demás, se escudan en la muchedumbre, solo cumplen órdenes. La responsabilidad no existe, todo es una carrera de ratas para ver quién se compra el súper coche de 250 mil dólares, quien aguanta más miches o quién se acuesta con quién.
Por supuesto que esta no es una situación exclusiva de los jóvenes ni “en mis tiempos, sí había respeto” Por supuesto que no. Simplemente, estamos viviendo una dinámica social que se deteriora más cada día.
Un ejemplo de esta situación tuvo lugar hace tiempo en cierta universidad de la Ciudad de México. El protagonista principal fue un estudiante de 17 años cuyas metas en la vida son, confesadas por él mismo: “un coche fregón, un friego de viejas y echar un friego de relajo” constantemente molesta a sus compañeros y los amenaza recordándoles “soy menor de edad y si me golpean, los demando y los meto a la cárcel”.
Resulta que en su evaluación bimestral de alguna materia, debía hacer un trabajo de investigación. El profesor les explicó claramente cómo la quería y les advirtió que si la bajaban de internet o se los hacía Chat gpt los reprobaría.
Enfatizó mucho en ello, les explicó, exponiéndose a que la mafia de profesores lo apuñalara por difundir secretos del gremio, las maneras principales que tienen los maestros para darse cuenta de que un trabajo es bajado, les contó la anécdota de una alumna que el semestre pasado hizo eso y cómo había reprobado… en fin, creía que todo estaba claro.
Cuando revisó los trabajos, vio que un alumno lo había bajado el suyo de internet de la manera más estúpida posible. Buscó las páginas (sí, eran las dos primeras en google), las imprimió y habló con el alumno, quien indignado, le dijo que lo bajó de internet ¡PORQUE TODOS SUS COMPAÑEROS LO HACEN! y que además, el maestro calificaba como se le da la gana, que no le interesaba hablar del asunto y que el profesor “le hiciera como quisiera”.
En el fondo de su alma, él no era culpable. Yo pensé en mi niñez y juventud y en lo que hubiera ocurrido en esas épocas, hace ya tantos decenios, y con pena he de confesar que mi yo autoritario de antes sonrió, mientras escuchaba el Dies Irae del Requiem K. 626 de Mozart.
Dies irae, dies illa
Solvet saeclum in favilla,
Teste David cum Sibylla.
Quantus tremor est futurus,
Quando judex est venturus,
Cuncta stricte discussurus!*
* Día de ira, aquel día en que el mundo se reducirá a cenizas, como lo atestiguan David y la Sibila. ¡Qué gran terror habrá cuando el juez venga a juzgar todo estrictamente!