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Venus

Por Gabriel Páramo///Semillero65

Ciudad de México,(02-07-2025).-A mí siempre me ha gustado dibujar, aunque nunca lo he hecho particularmente bien es una actividad muy satisfactoria para mí, al igual que la pintura y la caligrafía. De hecho, uno de mis sueños para ahora que me jubile, que espero sea pronto, es dedicarme un poco más a esas actividades.

Ya he contado cómo estafaba a mi santo padre para que me comprara cuadernos “Tigre”, que eran muy baratos, con tapas de cartoncillo, y los llenaba de bocetos. También, durante unos tres años, tuve la oportunidad única de tomar clases de pintura con el gran artista yucateco Alfonso Durán Vázquez.

Alfonso vivía en el mismo edificio que nosotros, en la colonia Cuauhtémoc de la entonces très chic “zona rosa” de la Ciudad de México y ya era un pintor relativamente joven, pero ampliamente reconocido en México y algunos lugares del extranjero. Tenía buena amistad con mi papá, pues los unía su gusto por la música de Malher (en su estudio, mi papá conoció La canción de la tierra, composición que ha descrito como “mi Everest musical”), Janáĉek, Orff y muchos otros; con mi mamá también llevaba buena relación, supongo por el gusto de ella por la cultura maya.

La amistad y las buenas relaciones y enseñanzas con Alfonso Durán permanecieron por décadas, prácticamente hasta la muerte del pintor, el 24 de febrero de 2014. Nosotros conocimos a sus papás, a Bernardino, su pareja de años, a su hermano; de él aprendimos mucho sobre la tolerancia, el respeto y la diversidad.

El caso es que yo, en los lejanos años 70 del siglo XX tenía una clase extracurricular en el Franco Inglés, impartida por el recordado profesor Gustavo Carrillo Paz (autor de varios libros sobre cultura musical) en la que escuchábamos alguna obra de música de concierto y debíamos hacer una pintura alusiva. Me gustaba la clase porque permitía imaginar cosas.

Aprovechando que tenía que hacer una pintura, me hice el encontradizo con Alfonso quien, generosamente, me dio un lugar en sus sesiones sabatinas, por cierto, muy demandadas y por las que cobraba un buen dinero (y para mí fueron gratis). Además de aprender mucho sobre pintores, logré hacer unas reinterpretaciones bastante decentes de bailarinas de Degas, de La belle ferronière de Da Vinci, y otras. También, pinté algunos cuadros “fantásticos” o surrealistas, unos caballos inspirados en Da Vinci para mi abuelito Alfredo (que llevamos a enmarcar), un San Jorge y su dragón (mi favorita).

Sin embargo, desde esa época, la obra que más me gusta y por la que tengo un cariño muy particular es “El nacimiento de Venus”, del Quatrocentto italiano, de la que puedo asegurar y qué mejor para disfrutar la pintura que Venus de los neerlandeses The Shocking Blue, compuesta en 1969.


A goddess on a mountain top
Was burning like a silver flame
The summit of beauty and love
And Venus was her name

She’s got it
Yeah, baby, she’s got it
Well, I’m your Venus
I’m your fire, at your desire
Well, I’m your Venus
I’m your fire, at your desire

Her weapons were her crystal eyes
Making every man mad
Black as the dark night she was
Got what no one else had, whoa!

She’s got it
Yeah, baby, she’s got it
Well, I’m your Venus
I’m your fire, at your desire
Well, I’m your Venus
I’m your fire, at your desire

She’s got it
Yeah, baby, she’s got it
Well, I’m your Venus
I’m your fire, at your desire
Well, I’m your Venus
I’m your fire, at your desire

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