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BENMAC, semilla de enseñanza que sigue dando frutos…200 años después

Por Gerardo Romo/// Semillero65

Zacatecas,(23-09-2025).-Con el propósito de perpetrar la memoria de nuestros pueblos nació la Escuela de la Constitución en 1825 y desde entonces a la fecha más de 20 mil hombres y mujeres normalistas alfabetizan a las hijas e hijos de esta tierra, abrieron horizontes con el conocimiento a nuestra nación, levantaron salón por salón, escuela por escuela; enmedio de la nada, en los páramos solitarios donde aún florece el saber.

“Le di clases a un niño con una memoria prodigiosa que al poco tiempo murió de hambre a causa de la pobreza extrema”, cuenta el profe Francisco Javier Espinosa quien acaba de cumplir 60 años como egresado de la Escuela de la Constitución y que hoy lleva por nombre Escuela Normal Manuel Ávila Camacho, que recién conmemoró 200 años de vida y es reconocida como la primera escuela normal del país.

Al profe Francisco se le quiebra la voz, recordando cómo aquél primer grupo al que le dio clases en el pequeño municipio de Villa González Ortega, acompañó entre lágrimas a ese niño de ojos brillantes que las garras del infortunio apagó arrebatándoselo a su familia, “estar en ese momento tan doloroso me reafirmó mi misión como docente”, asegura con un nudo apretándole la garganta.

La mística que la Escuela Normal ha impreso en sus maestros y maestras es retadora:Ir a donde se necesite; por eso la maestra María de los Ángeles Hernández viajaba a caballo o en burro durante más de dos horas en la frondosa sierra del municipio de Jiménez del Téul hasta llegar a la comunidad de Atotonilco donde enseñó a leer y escribir a niñas y niños que cuando abrían un libro era como si se refrescaran en el mismo río que pasaba cerca de ellos para nadar por la frescura inmensa de aprender a escribir sus nombres, comprender las matemáticas o saber cómo funciona el cuerpo y entender poco a poco el por qué de las cosas.

“Lo más bonito que puede haber sobre la tierra es dar clases a niñas y niños en comunidades rurales, es un orgullo;con el mismo placer que yo iba a trabajar ellos recibían el conocimiento y se les iluminaba la mirada cuando aprendían y descubrían algo nuevo estuve ahí 3 años, en la experiencia rural está todo el aprendizaje aún y cuando en la sierra te enfrentas a muchos peligros”, rememora.

La maestra Rosalía García Rosales está feliz por reencontrarse con quienes compartió la causa de la enseñanza a finales de la década de los 70 y principios de los 80 del siglo pasado. “El simple hecho de estar vivos es una alegría infinita, es nuestro mayor regalo”, admite quien se convirtió en docente gracias al buen ejemplo de sus maestras y maestros de primaria, quienes le enseñaban con alegría y mucho cariño, “es importante que aún y cuando ya seamos hasta abuelos y abuelas no dejemos de ser como niños”, afirma quien hoy es supervisora de otros docentes en varias escuelas y cuya mayor alegría es seguir viendo como llegan las niñas y niños al salón de clases.

José Manuel Medellín, director de la BENMAC, asegura que las y los maestros jubilados con 30 o hasta 60 años de haber servido a su pueblo, y todas y todos aquellos que murieron pero dejaron su legado de entrega en Zacatecas y el país son una fuente de inspiración para las nuevas generaciones.

“Estamos celebrando 200 años de inspiración y mística de entrega y todo lo que cada maestra y maestro dejó en cada una de sus escuelas, la misión desde que nacimos como institución es ir a donde se necesite”.

Y recuerda con orgullo cómo su propia madre, también normalista fue una de las que llegó a las inmensidades del México profundo en las comunidades de Juchipila, colindante con Jalisco, donde prevalecía la terracería, el calor inmenso y el deseo gigante de llegar al salón de clases inexistente para dar clases a las niñas y los niños, tras largas 4 horas de recorrido sin quejarse, resistiendo las vicisitudes de la vocación.

“Aunque es difícil deseamos que nuestras nuevas generaciones mantengan esa mística de entrega y trabajamos para que permanezca”, dice.

Bertha, enseñó a leer y escribir a indígenas en 2 meses

¿Te animarías a enseñar a leer y escribir a mujeres indígenas en menos de tres meses?, le preguntaron a la maestra Bertha.

-¡Claro!, las enseño en 2 meses-, contestó segura de sí ante el reto planteado en Ciudad de México en el lejano 1975, hace medio siglo.

La profesora oriunda de Fresnillo tenía confianza porque aprendió un método único de enseñanza de lecto escritura fonética en sílabas que inventó el ingeniero Manuel González Flores y que después ella perfeccionó.

Recuerda que tuvo muchas resistencia de parte de ellas porque les pagaban por hacer vestidos y artesanías, actividad con la que sobrevivían en su día a día… “si estamos contigo no ganamos dinero”, de decían las mujeres.

Luego de varias pláticas entre Bertha y sus 16 alumnas mayores, todas mamás, por fin accedieron a que les enseñara y tras 2 meses de arduo trabajo, el examen fue que fueran juntas a un restaurante en el Centro Histórico y leyeran la carta de alimentos.

“Luego que ellas aprendieron a leer y escribir les abrió las puertas y empezaron a exportar sus artesanías y vestidos a Canadá”, dice Bertha satisfecha, quien inició su carrera como maestra rural en el municipio de Saín Alto donde gracias al compromiso del pueblo se organizaron charrreadas, festines y actividades que les permitieron construir dos salones de clases para que ya no tuvieran que usar un cuarto al lado de la comandancia de policía al grado que las clases se veían interrumpidas por los gritos de los borrachines y el ruido de los animales en los corrales.

Así, a este grupo maravilloso de maestras y maestros le debemos su lucha incesante por la transformación social en busca de la justicia social que cimienta en los niños y niñas el sueño por alcanzar la libertad en plenitud gracias al conocimiento. Y ése trabajo continúa.

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