Por Gabriel Páramo///Semillero65
- Este texto es el prólogo al libro La vejez en el cine, el más reciente publicado por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, entre otros títulos, profesores universitarios, investigadores, divulgadores ambientales y editores.
Ciudad de México,(04-04-2025).-Cuando yo era joven, hace muchas décadas, me desconcertaba la imagen de los viejos en el cine y la televisión. Recuerdo muchas veces incordiar a mi mamá, luego de ver el episodio sabatino de Perdidos en el espacio (Lost in Space, Allen 1965-1968) con la pregunta si yo en el año 2000 iba a verme tan viejo como el doctor Smith, el villano de la serie, quien se veía como de 50 años.
Llegó el año 2000, me miré en el espejo y la verdad es que 43 años no se veían, ni sentían, demasiado. Pero en las pantallas seguían apareciendo viejos, y cada vez eran más grandes. El peso de la edad fue asentándose en mi cuerpo. Murió mi mamá a los setentaypocos años, mi papá llegó a los 90, y empecé a ver a los viejos de otra manera.
Ahora, tengo la oportunidad de leer la Vejez en el cine, el más reciente libro de la excepcional pareja formada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández y empiezo a entender muchos de mis miedos gracias al trabajo exhaustivo, cuidadoso y amoroso de estos dos investigadores y profesores universitarios.
A lo largo de un par de centenares de páginas nos adentramos en la vida decenas de hombres y mujeres que han llegado a esa etapa horriblemente llamada en la actualidad “tercera edad” y nos encontramos viejos y viejas sanos y enfermos; animados y deprimidos; con la vida volcada en los demás o en ellos mismos.
Los autores nos muestran la forma en que en las pantallas nos podemos ver reflejados mejor que en los recuerdos, y que el arte narrativo por excelencia de nuestra época se encuentra, precisamente, en el cine, los documentales, la televisión.
Las representaciones sociales en filmes clásicos y contemporáneos, que promete el subtítulo de la obra, van mostrando cómo el verdadero enemigo no está en la biología, ni en la enfermedad, y tampoco en la maldición de la vejez, propiamente dicha, sino en un sistema corrompido que va oprimiendo a las personas despojándolas paulatinamente de todo y ni siquiera permitirá morir con dignidad.
Por estas condiciones, como se muestra en el primer capítulo, los ancianos deben desempeñar nuevos y difíciles papeles para los que no siempre está preparado, a la vez que por sus condiciones, y para bien y mal, en muchos aspectos (capítulo dos) se convierte no solo en el centro de la familia, sino en su eje.
El capítulo tres muestra uno de los horrores del capitalismo imperante, que es la pobreza en la vejez, cuando ya no hay tiempo, y muchas veces ni fuerzas ni voluntad, para poder mejorar esa situación económica que los diferentes gobiernos del mundo han prometido atender y que han fracasado en su mayoría.
El cuarto capítulo es muy interesante, pues si bien muestra muchos ancianos en sus últimas etapas, se destacan las experiencias de vida y conocimientos que aún pueden y deben aportar a la sociedad, y que sucesivas generaciones hedonistas, centradas en una ilusión de juventud eterna, han decidido desperdiciar.
La sexualidad y el amor en la ancianidad se abordan en el capítulo cinco, con una mezcla de esperanza y redención ante una vida larga y difícil, para terminar en el último capítulo con la dura reflexión sobre las enfermedades devastadoras de la vejez, como el Alzheimer que, por desgracia, llega a robar al individuo su propio yo.
La amistad y confianza con la que me han favorecido Ramírez Beltrán y Meixueiro me han permitido conocer y leer muchos de sus libros y proyectos, desde los más antiguos hasta este La vejez en el cine y puedo afirmar, sin ninguna duda, que este es el mejor de sus libros hasta el momento.