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Ensayo de epitafio

Por Gabriel Páramo///Semillero65

Ciudad de México,(13-Febrero-2024).-Tal vez, el peor de mis horrores en esta vida de viejo, al menos de los horrores cotidianos, sean las escaleras, los desniveles, los agujeros de las calles, las barditas asesinas y demás obstáculos diseñados ex profeso por urbanistas graduados en Ámsterdam, Helsinki y el Politécnico para fastidiarle la vida a los minusválidos y robar las ganas de vivir que pudieran quedarnos a los ancianos.

En particular, la manía por las escaleras es escandalosa. Pasos a desnivel con tramos y tramos de escalones desiguales, quebrados; edificios con escalinatas majestuosas, inmensas, más propias de la Viena imperial que de las sobrepobladas y mal diseñadas ciudades mexicanas; estaciones de metro, de autobuses, de carretelas tiradas por osos, de cualquier medio de transporte, pues, con escaleras que suben, dan vueltas, te llevan a plataformas de las que tienes que descender para luego, ascender al vehículo que sin importar que esté dotado de la tecnología necesaria para quedar a ras del piso, como ocurre con innumerables autobuses que circulan en nuestro país.

Subir, bajar, como vemos a las hormigas en los hormigueros con paneles de vidrio que tienen en algunas escuelas, ir de un lado al otro para encontrarnos con elevadores para minusválidos, ancianos y embarazadas cerrados con llave o escaleras mecánicas apagadas, total, que problema habría en subir unas cuantas decenas de escalones, total, el ejercicio es vida.

Cuando era joven no odiaba tanto las escaleras; no es que fuera fanboy de ellas, pero no me molestaban. Subía y bajaba, muchas veces por deporte, sin mayor “tema” (como dicen algunos por ahí). Ahora es todo lo contrario. Las escaleras son una tortura terrible. No me importa caminar en plano, pero las subidas, y las escaleras, son mortales para mí.

En nuestras ciudades mexicanas, cualquier viejillo peatón común y silvestre (como el que esto escribe) no solo tiene, que caminar por el arroyo vehicular porque las banquetas son para cualquier otra cosa menos para transitar por ellas, sino que debe subir y bajar escaleras interminables porque las escaleras mecánicas no sirven, las están reparando desde la última glaciación o, simplemente, no existen y utilizar los poquísimos elevadores que hay en el transporte público es más difícil que sacarse el Melate, los Pronósticos y el Sorteo TEC en la misma semana.

Como se decía en 1969, Confusion will be my epitaph/As I crawl a cracked and broken path/ If we make it we can all sit back and laugh/ But I fear tomorrow I’ll be crying/ Yes, I fear tomorrow I’ll be crying/ Yes, I fear tomorrow I’ll be crying*

Porque, todavía, el viejillo o viejilla que decíamos debe soportar que lo tachen de flojo o irresponsable cuando prefiere arriesgarse a cruzar las calles entre los automóviles que subir escaleras mal diseñadas y angostas y pasar por puentes elevados, donde se sabe que suele haber ladrones. Así que, ni modo.

*Epitahph, 1969, compuesta por Robert FrippIan McDonaldGreg Lake y Michael Giles con letra de Peter Sinfield. Tercera pista del disco In the Court of the Crimson King, por supuesto, de King Crimson

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