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Las zacatecanas de antes, de ahora y sus palabras 

Por Martha Cecilia Acosta, Gabriela Cortés, Beatriz Elizabeth Soto Bañuelos; Diana Villagrana Ávila  /// Ilustraciones Cath Zúñiga /// Semillero65

"Las emociones más intensas y personales exigen los sonidos de la voz: desde el suspiro y el murmullo al grito revelan una explosión vocal del ser, una manera de respirar, incluso antes de la palabra."
(Reyzábal, 2001: 24) 

Zacatecas,(01-01-2024).-Las emisiones verbales de los hablantes son susceptibles de ser analizadas al ser integrantes de una comunidad de habla y por ser ellos quienes replican los usos cotidianos de la lengua. Históricamente, la lengua materna ha sido transmitida por las mujeres, quienes suelen ser las responsables de las primeras interacciones lingüísticas; son las madres, tías, abuelas, es decir, las cuidadoras, quienes tienen mayor interlocución durante la primera infancia. Por esta razón, se ha decidido estudiar desde la lingüística la producción oral de mujeres mayores zacatecanas, originarias de diferentes municipios. 

Parte del trabajo de la disciplina está relacionada con la descripción de los prácticas orales y escritas de los individuos. El fin es caracterizar las comunidades de habla, conformadas por personas que se pueden agrupar de acuerdo con factores sociales como el género, la edad, la procedencia y el estrato sociocultural, elementos que indudablemente determinan los modos de expresión.   

En estas líneas, se analiza la producción léxica de las mujeres zacatecanas de más de 60 años, nacidas en diferentes comunidades y municipios del estado (El Nigromante, El Remanente, Villa Hidalgo, Jerez, Fresnillo, Valparaíso, Pánfilo Natera) y con escolaridad máxima de secundaria; el objetivo es mostrar las palabras que permitan acercarse e interpretar la vida de las zacatecanas.   

Se busca, así, reconocer la forma de designar el mundo que las rodea y las palabras que las han acompañado desde la infancia y juventud, mujeres que según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2022 son parte de los grupos de población en situación de discriminación.  Las personas adultas mayores (de 60 años y más) en México representan 13.2% de la población, al ser 16,942,893; las mujeres (de 18 años y más), 37.3%, es decir, 47,987,610.  

La primera parte de la investigación consiste en entrevistar a las mujeres y grabarlas; el resultado es un corpus del que se obtuvo un listado de 31,996 palabras (entendidas como cada emisión verbal, esto es, se cuentan las repeticiones de una misma forma, por ejemplo: comió y comeremos, son dos palabras) y 1,879 vocablos (es la forma que agrupa todas las repeticiones, por ejemplo, comió y comeremos, aunque son dos palabras, corresponden a un solo vocablo: comer).  

Hecho lo anterior, el repertorio lexical se clasifica de acuerdo con su categoría gramatical; lo que posibilita identificar las palabras que se usan para nombrar las cosas, personas, animales, situaciones (sustantivos); las que sirven para distinguir acciones, estados o pasiones (verbos); las que añaden cualidades a éstas (adjetivos, adverbios); y las que sirven de soporte en el sistema lingüístico para relacionarlas todas (Tabla 1). 

Tabla 1. Categorías gramaticales. Vocablos y frecuencias 

categoría vocablo frecuencia densidad 
Sustantivo 966 51.41 4261 13.32 22.67 
Verbo 444 23.63 6714 20.98 6.61 
Adjetivo 318 16.92 2785 8.70 11.42 
Adverbio 80 4.26 4505 14.08 1.78 
palabras gramaticales 65 3.46 13731 42.91 0.47 
Total 1873 100.00 31996 100.00   

De esa manera, se tienen nominaciones que acercan a la vida de estas mujeres y dan cuenta de cómo son, qué han hecho, quiénes las han acompañado, qué les han hecho y qué dicen al respecto; de esa realidad lo que comparten es lo que permaneció en su memoria, por ejemplo, dicen de qué manera transcurrió su niñez, cómo enfrentan los cambios y las nuevas formas de vida. Los relatos de las mujeres se caracterizan por temas y palabras recurrentes como lo que ocurre con su cuerpo; cómo se enamoran y desenamoran; cómo la cocina o el hogar fue su espacio; cómo se divertían, qué tareas lograron desempeñar. El corpus que se trabaja se enmarca en narraciones que pudieran concebirse, hasta cierto punto, como bitácoras referenciales de una vida que cada vez es más distante en temas como el trabajo de campo, la elaboración de los alimentos, las nociones de familia y relaciones interpersonales. 

Según otras investigaciones, el discurso oral se caracteriza por la alta frecuencia de verbos. Ese tipo de palabras hace referencia a las acciones, estados y pasiones: “el verbo es una palabra que puede expresar existencia, esencia, proceso, acción, pasión o estado con relación a un sujeto” (Fernández, 2009: 538). Cuando se platica, se habla, se atiende en mayor medida a las actividades realizadas, a los estados y las pasiones del sujeto. 

La gramática define cada categoría gramatical con dos criterios: morfosintáctico (relacionado con la estructura y combinación de palabras y oraciones) y semántico (afín al significado y uso de las emisiones lingüísticas). Tales criterios permiten ir de una clasificación morfosintáctica a una semántica, desde la que se reagrupan –para esta comunicación– los verbos en distintas clases: profesiones y oficios; diversiones y deportes; pasiones (sentimientos); trabajos de campo; particularidades del español de Zacatecas; la cocina (elaboración e ingesta de alimentos); locución (verbos relacionados con el habla).  

A través de los verbos que se registran en el corpus es posible ver cómo permea en las mujeres mayores las herencias culturales. Además, la pertenencia a la comunidad lingüística consiente hipótesis acerca de las labores o del entretenimiento al que tenían acceso mujeres de 60 años en un territorio alejado de las cabeceras municipales o de la capital. La realidad de la palabra ofrece datos quizás no tan esperados, por ejemplo, el que sean más las menciones a verbos relacionados con las diversiones que con las profesiones u oficios. A partir de ello se evidencian las restricciones que las mujeres tenían en el ámbito laboral. Lo referente a profesiones y oficios conduce a palabras sólo cercanas a cierta actividad; por ejemplo, fiar o vender se relacionarían con cuestiones comerciales y por eso son consideradas en esta agrupación. Llaman la atención robar y bandidar, por la carga peyorativa que se lee en las entrevistas y por la formación particular, en el segundo caso.  

Sobre los verbos que conciernen a diversiones, se identifican los siguientes: jugar, platicar, tomar (alcohol), pistear, parrandear, emborrachar, amiguear, disfrutar, convivir, celebrar, alborotar, cocorear, burlar, reír, animar, bailar, cantar, dedicar (canciones), corretear (mujeres), escribir (cartas), pasear, rezar, orar, coser, tejer, navegar, viajar, pompear, rifar, ganar. Se halla en estas palabras desde la variedad de nominaciones para el recreo motivado por el alcohol, la necesidad de las mujeres por charlar y estar cercanas a las amistades, las formas de observarse relajadas o contentas, los pasatiempos que hoy se practicarían poco como coser o tejer, hasta las estrategias de cortejo.   

La muestra aproxima a la generación de 1960, sus costumbres, creencias, condiciones de vida e incluso de su pensamiento. Sencillez y sinceridad es lo que se desprende de las entrevistas a las mujeres; parece que la edad les permite tomar no sólo la evidente distancia respecto de los acontecimientos, sino la responsabilidad sobre sus decisiones. Sin embargo, también se revela la ignorancia que tenían sobre los asuntos de carácter sexual, sobre todo en lo relacionado con el embarazo. Las mujeres mayores conocen acerca de esos temas porque los han experimentado, pero ese conocimiento lo guardan como tesoro, pues refleja parte de su intimidad y no lo comparten aun con sus hijas. Ejemplos de ello son las expresiones: saliera embarazada, me embaracé, el hombre les agarra la mano y se embarazan. Resulta significativo que el verbo que usan para referir al parto sea aliviar. 

Uno de los verbos que remite de manera muy clara a las emociones es sentir, el cual se usa en todas las ocasiones para expresar lo positivo; en contraste aparece resentir que, cerca de manosear, crea una imagen de violencia. Una de las informantes relata que su mamá la dejaba sola con un hombre soltero y mayor; ignora por qué no se supuso el peligro al que ella se exponía. Como eco se lee la historia que se ha replicado a través de varias generaciones y que tuvieron el mismo denominador: callar; la palabra de una mujer no valía.  

  Algunas entrevistadas expresan que muchas pláticas se quedaron suspendidas tras la muerte de sus madres, en el sentido de que algunos temas no se debían abordar; enojar y regañar son los verbos que se dan en esas situaciones: no se habla sobre ciertas cuestiones por temor al enojo y, si se plantea, es probable el regaño. El tabú lo establecía la misma madre, ella era la encargada de que la hija no se enterara por ninguna vía sobre determinadas cuestiones. 

Los verbos que con mayor precisión reflejan la educación de las mujeres son soportar y aguantar; las informantes los usan en el contexto de consejos maternos, pero también en escenarios inmediatos de sufrimiento, injusticia y labores que se podrían denominar domésticas (en las comunidades encuestadas una mujer realiza actividades no remuneradas al interior de la casa y fuera de ella). 

La pasión es una manifestación del verbo que indica los sentimientos, de la muestra se desprenden aquellos que aluden al cuidado, a la atención hacia los otros: dar, querer, mirar, llevar, ayudar, cuidar, animar, invitar, cooperar, defender, convidar. Las palabras que remiten a la coincidencia con el otro son besar, casar, abrazar, amiguear, las cuales se contraponen a aquellas que señalan una desatención como chingar, pelear, olvidar, enojar, preocupar. Si se consideran aquellas acciones que sugieren un sentimiento que emana y/o se aloja en el interior están llorar, asustar, sufrir, doler, que bien se podrían contraponer a encantar, disfrutar, recordar, enamorar. 

Algunos de los verbos que se utilizan para indicar las relaciones que se establecían con el sexo opuesto son hablar y juntar. El primero se usa según las connotaciones registradas en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), incluso la coloquial: “tener una relación sentimental de noviazgo con otra persona”; de igual manera, el uso de juntar apunta a “reunir” y a “amancebar”. No ocurre lo mismo con la connotación de parrandear, pues no hay coincidencia de significado con lo propuesto por el DRAE, las informantes lo usan en el sentido de “tener acuerdos” con un hombre. El verbo divorciar se registra, en efecto, como una opción ante la falta de coincidencias, pero se subraya que no era permitido. Dedicar recuerda al cortejo en su acepción de “ofrecer”. 

En un estado campesino y ganadero como Zacatecas, mediante los verbos que producen las mujeres zacatecanas es posible conocer su relación con el campo:  sembrar, cosechar, barbechar, yuntar, piscar, desgranar y arrastrar. Otras formas que refuerzan la relación de las mujeres con el campo son plantar, florear, retoñar, regar y cortar, las cuales tienen que ver con el cuidado de la parcela. Asimismo, no es casual el registro de helar, que remite a un fenómeno que impacta y afecta las cosechas en un estado con bajas temperaturas en invierno. Es interesante la mención de cornar, alimentar y amansar, porque forman parte del imaginario del campo zacatecano; no obstante, la poca frecuencia de éstos también indica que la ganadería es más una labor de los varones.  

En un intento por determinar las particularidades léxicas del español de Zacatecas, resaltan bandidar, amiguear, taruguear y pompear que no se registran en los diccionarios de la variante dialectal mexicana; sin embargo, corresponden a creaciones efímeras del hablante, derivados de bandido, amigo, tarugo y pompa. Por otra parte, cardusquiar es posible considerarlo un regionalismo, con el significado de “amanecer”, como se observa en el ejemplo: Ya llegábamos, llegaba al molino y todavía que amanece, que no amanece, todavía cardusquiando. En el mismo sentido, se hallan pistear, afanar, harnear y cocorear.  

Las informantes son de una generación que se dedica al hogar, por lo que en sus actividades cotidianas está cocinar, de ahí la identificación de 30 vocablos relacionados con la preparación de los alimentos, la ingesta y la limpieza. Entre los verbos de procedimiento se encuentran echar, moler, tortear, pelar, cortar, cocer, desgranar, enjuagar, batir, colar, curtir, hervir, amasar, cocinar, descremar, enfriar, escurrir, machucar, picar, preparar, revolver. Moler, desgranar, curtir y amasar delatan una forma de vida y de preparar alimentos que refiere a la procedencia de esas mujeres, quienes realizan actividades que ya no son comunes en ciudades por la celeridad de las obligaciones, esto es, ya no se preparan encurtidos en casa, se compran; ya no se desgrana el maíz, se compra desgranado.  

La cocina implica la elaboración y, también, la ingesta, de ahí que verbos como comer, almorzar, tragar, alimentar, ayunar, desayunar estén destinados a nominar las acciones sobre el consumo. Llama la atención que no aparezca cenar y sí dos alimentos matutinos como almorzar y desayunar, sin restar importancia a ayunar, que se puede explicar desde la perspectiva religiosa o de hábitos alimenticios. Servir, alimentar, limpiar son acciones que también se relacionan con el momento y espacio donde se come. 

Las acciones que remiten a emisiones lingüísticas cobran relevancia en el discurso femenino. La propuesta cualitativa de clasificación en este tipo de verbos obedece a los que se engloban en las acciones de enunciar, de referir plegarias y de connotaciones negativas respecto a la interacción: decir, platicar, hablar, contar, escribir, contestar, cantar, entrevistar, afirmar, grabar, informar, nombrar, referir y responder, acciones que se viven en la cotidianidad de manera incesante. Pero el habla no siempre requiere interlocución, como los verbos del ámbito religioso, entre los que las informantes produjeron rezar y orar, lo que delata el arraigo de la fe en el sector femenino. Así mismo, hay verbos sobre menciones negativas como mentar, regañar, burlar, reclamar, arremedar, maldecir, mentir, ofender, quejar y reprochar, que posicionan a las informantes como productoras y receptoras de verbalizaciones que cuestionan, ofenden y restringen. 

¿Cómo se percibe a estas mujeres mediadas por las palabras que expresan? Se puede imaginarlas dueñas de un hogar en el que ejecutaban labores domésticas, culinarias, de cuidado a los hijos y al “hombre de la casa” cuando estaba presente; en algunos casos, aseguraban también la supervivencia de los mismos en las condiciones marginadas que sólo la geografía zacatecana es capaz de delinear. Las acciones que nombran el entorno del campo y la ganadería y que fueron vigentes en décadas pasadas parecieran encaminarse a un léxico patrimonial cada vez más particular de las zonas rurales; en contraposición, las pasiones y diversiones emergen por la significación que cobran en la cotidianidad y que, a la vez, vislumbran las nuevas formas de vida femeninas.   

Acercarse a la lengua de las mujeres ofrece una realidad que, en un primer momento, se observa desde el trabajo estadístico y que da cuenta de las frecuencias verbales que articularon la vida de las zacatecanas de más de 60 años. Los datos son indicadores cuantitativos de las acciones enunciadas y reflejan, también, el sentido y los significados que son relevantes en el discurso manifestado para construir identidades y visiones de mundo de manera personal y colectiva.  

e esa manera, se tienen nominaciones que acercan a la vida de estas mujeres y dan cuenta de cómo son, qué han hecho, quiénes las han acompañado, qué les han hecho y qué dicen al respecto; de esa realidad lo que comparten es lo que permaneció en su memoria, por ejemplo, dicen de qué manera transcurrió su niñez, cómo enfrentan los cambios y las nuevas formas de vida. Los relatos de las mujeres se caracterizan por temas y palabras recurrentes como lo que ocurre con su cuerpo; cómo se enamoran y desenamoran; cómo la cocina o el hogar fue su espacio; cómo se divertían, qué tareas lograron desempeñar. El corpus que se trabaja se enmarca en narraciones que pudieran concebirse, hasta cierto punto, como bitácoras referenciales de una vida que cada vez es más distante en temas como el trabajo de campo, la elaboración de los alimentos, las nociones de familia y relaciones interpersonales. 

Tabla 2. Verbos producidos por mujeres mayores en entrevistas orales  

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