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Oralia y la valentía de mirarse a sí misma

Por Gerardo Romo///Semillero65

Zacatecas,(15-09-2025).- La maestra Oralia Sandoval aprendió a silenciarse para escucharse a sí misma, a los otros y así escudriñar en las profundidades de su ser para encontrarse con una verdad inobjetable: Me di cuenta que yo valgo.

Este hallazgo le permite viajar ligera de equipaje, como dijera el místico Anthony de Mello, lo encontró la maestra Oralia gracias a su asistencia permanente durante 16 años ininterrumpidos al taller de psicología de la Casa del Jubilado del ISSSTEZAC.

Ahí, ella junto con sus compañeros y la ayuda de un psicólogo comparten sus vidas, reflexionan, a veces lloran, ríen, ejercitan el oído y alistan el corazón para aprender, comienzan a caerle veintes, que poco a poco transforman, liberan y habilitan la aceptación de las circunstancias, del pasado para caminar el presente con fortaleza y esperanza.

“Si yo hubiera sabido muchas cosas de las que he aprendido aquí, no había cometido tantos errores”, dice satisfecha.

Esta maestra de pelo blanco blanco y sonrisa tenue tiene 76 años, trabajó durante 35 años en escuelas primarias, comenzó su carrera a los 16 años en la comunidad de La Luz, en el municipio de Río Grande.

A lo largo de su carrera, enseñó en los seis grados de primaria y encontró gran satisfacción en enseñar a los niños a leer, acto de describe como un milagro. “No hay cosa más hermosa que escuchar a las niñas y los niños pronunciar su primera palabra”, dice.

Estima que por sus manos pasaron al menos unos 800 estudiantes y siente que dejó al menos una pequeña huella en ellos. “Me da un enorme gusto encontrarme a quienes fueron mis alumnos y que me saluden y se acuerden de mi con alegría y gratitud”, comenta con el entusiasmo a flor de piel.

A pesar de ser una maestra reconocida por sus alumnos y la comunidad a la que sirvió, admite que aún así en no pocas ocasiones llegó a sentir que no valía, hasta que comenzó a acudir al taller de psicología en la Casa del Jubilado, que se ubica en el Callejón de las Campanas, en la merita Plaza de Armas.

La maestra Oralia es madre de cuatro hijos, uno de los cuales lamentablemente ya falleció, tiene seis nietos y tres bisnietos.

Explica que cuando se jubiló les dijo a sus hijos que no sería una niñera a tiempo completo para sus nietos, pues ya había cumplido con su deber como madre, está convencida que se se necesita valentía para mirarse a uno mismo y atribuye a una experiencia previa con un psicólogo su disposición para asistir al taller donde continuó su inmenso viaje de introspección.

En el grupo, Oralia también ha formado nuevas amistades y una fuerte red de apoyo.

Menciona que el grupo incluye a muchos maestros jubilados, pero también a empleados del gobierno y otros burócratas del estado, “puede venir la gente que quiera, es mejor estar aquí, reconociendo lo que uno es , ha vivido y quiere vivir, que quedarse encerrado en casa, yo aquí me siento muy feliz”, admite.

La escucucha y comprensión mutuas que encuentra cada que asiste a su grupo según Oralia le permite liberarse de cargas y con el tiempo aceptar con paz las decisiones que tomó a lo largo de su fructífera vida.

Ella es originaria de un pequeño rancho, San José de Canutillo en Sombrerete, el cual, dice es tan diminuto ni siquiera aparece en el mapa.

Oralia se inspiró para ser maestra gracias a su tía, “desde que la vi dando clases supe yo quería ser maestra como ella”. Y lo logró.

Su padre les dio a ella y sus hermanos la oportunidad de estudiar, asistiendo a un internado en Durango,menciona que fue feliz allí y que su madre ya le había enseñado a leer y a escribir, por lo que entró directamente en segundo grado.

A la maestra le encanta leer, siempre tiene en el buró junto a su cama un libro que abre y disfruta antes de dormir, pero también puede disfrutarlo en cualquier momento del día.

También escribe de vez en cuando textos en prosa, aunque una vez que los termina, con un dejo de insatisfacción personal suele romper las hojas en pedacitos que deposita en la basura.

Aunque recuerda que que su escrito favorito, el único que sí le gustó fue uno que le dedicó a sus cuatro hijos, pero éste se perdió cuando un ladrón le arrebató la bolsa en la que tenía guardado su manuscrito. “En ése texto les decía a mis hijos con mucho cariño que han sido lo más bello en mi vida y cuánto los amo”, resume.

La maestra sabe de cierto que en su camino seguirá aprendiendo en un vuelo libre y ligero.

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