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Retrofuturismo y hormigas

Por Gabriel Páramo///Semillero65

Ciudad de México,(02-09-2024).-Hace poco empecé a ver de nuevo “2001, odisea en el espacio” —2001: A Space Odissey (Kubrick, 1968)— pero como suponía, no pase de los primeros 20 o 30 minutos. La secuencia inicial, donde los protohumanos descubren el monolito me sigue pareciendo soberbia, pero la estación espacial, la música de vals y el futuro sesentero de la cinta terminaron por desesperarme, como ya había ocurrido en otras ocasiones.

Basada libremente en el cuento de Arthur C. Clarke El centinela (The Sentinel, 1951) esta película, y las posteriores secuelas cinematográficas y literarias de esta, marcaron un hito en la historia de la ciencia ficción, tanto por el desarrollo de la idea de que la evolución humana pueda estar guiada por civilizaciones extraterrestres, como por el muy actual (tres cuartos de siglo después) uso de la inteligencia artificial, que tanto asusta a muchos docentes, como atestigüé en una reunión docente en cierta universidad pública.

Sin embargo, me parece que la película ha envejecido mal, y el culpable sería Kubrick, por haber creído que el futuro sería como su propio presente, solo que en el espacio. En este sentido, no veo mayor complicación argumental en esa película que en la serie Los Supersónicos (The Jetsons, Hanna-Barbera, 1962), con la diferencia primordial que el retrofuturismo de la serie animada era a propósito, mientras que el de la película fue un mal manejo cinematográfico.

Ha pasado tanto tiempo del estreno de 2001 en los cines mexicanos, que ya es historia. Recuerdo que, en diciembre de 1968, yo con once años recién cumplidos fui con mi mamá a verla al majestuoso cine Latino, sobre Paseo de la Reforma, y nos entregaron unos folletitos en el que “explicaban” la cinta. Recuerdo que mi mamá me dijo, con esa sonrisa medio maliciosa que la caracterizaba: “no creo que esté tan difícil entenderla, ¿o tú cómo ves?” Y no, no estuvo tan difícil.

La primera película que realmente vi en mi vida, porque fui a la exhibición con anteojos recién graduados que me compró mi abuelita Carmen cuando yo tenía unos siete años y estaba en segundo de primaria, fue MarabuntaThe Naked Jungle (Hasking, 1954) —. También basada en un cuento, Leiningen Versus the Ants escrito por Carl Stephenson en 1938, narra el enfrentamiento de unos colonos blancos contra la marabunta, un movimiento de hormigas carniceras que destroza y devora todo por su camino en una muy improbable selva amazónica.

Aunque seguramente ya había ido al cine antes, esta película me impactó y en gran manera fue la base para mi gusto por el cursimente llamado séptimo arte, porque la pude ver sin problemas y leer los subtítulos claramente. Antes, mis experiencias con los escenarios habían sido tristes, porque como yo no sabía que era tan miope y astígmata, pensaba que todos veían los cosas igual de borrosas que yo. Después de Marabunta, como en la canción de Starcrawler Ants (Adams y otros, 2018), yo sentía hormigas en mi casa, en mis huesos, cuando comía, cuando soñaba…*

Con mis papás, pero sobre todo con mi mamá, mi infancia estuvo llena de películas, como La guerra del fuego (Annaud, 1981), El planeta de los simios, (Schaffner, 1968), Flash (Crabbe, 1936-1940), Lancelot, el primer caballero (1995), y tantas otras que me llenaron la cabeza de historias y recuerdos, y sobre todo, afianzaron el vínculo único que tuve con mi mamá.

*I’ve got ants in my pants/ And I’m feelin’ real good /Oh, yeah, I’ve got ants in my pants/ And I’m feelin’ real good/ I’ve got ants in my pants/ And I’m feelin’ real good /Oh, yeah, I’ve got ants in my pants /And I’m feelin’ real good (fragmento)

Arthur C. Clarke
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