Por Gerardo Romo///Semillero65
Zacatecas,(01-11-2025).-Con cantos, boleros, declamación, lectura de festivas e ingeniosas calaveras, maestros y maestras de las Casas del Jubilado del ISSSTEZAC festejaron más vivos que nunca a la muerte… con la vida y la alegría a flor de piel.
La tertulia comenzó con el maestro Manuel Sánchez Ávila quien interpretó “Confieso”, una melodía que atrapó a los asistentes, quienes corearon la canción junto a su intérprete jerezano quien bajó del escenario tras una carretada de aplausos.
Luego le siguió la Rondalla de la Casa del Jubilado de Jerez con una seguidilla de canciones románticas, cerrando con un clásico de Alejandro Fernández, Como quien pierde una estrella.
Mientras en el escenario las y los artistas jubilados deleitaban al público, abajo entre las mesas dispuestas en uno de los salones del Hotel Parador pan de muerto con cafecito se repartía a los asistentes que escuchaban con atención las interpretaciones artísticas, platicaban entre sí, son reían o lucían sus maquillajes que evocaban felices y coloridas calaveras.
El profesor Juan Carlos Salvador Jiménez Navarro declamó para sus compañeras “Que me perdone la Ciencia” del poeta argentino Claudio Martínez Paiva
Estoy solito en mi rancho,
me he quedado solo en casa.
Ladran los perros afuera
como si vieran fantasmas,
y alumbran mis pensamientos
candiles de luces malas.
Alones de pájaros negros
me ponen luto en las mangas,
y es tan grande el sufrimiento
que voy llevando en el alma
que no lo explican las cosas,
ni lo dicen las palabras.
Ocho años tenía apenas
el gurisito de mi alma
y despertó una mañana
con los ojos encendidos
y el cuerpito echando llamas.
–Me muero mama– decía…
–Me muero tata– gritaba.
–Siento una sed de martirio,
tengo un fuego que me abraza.–
Mientras el profe declama, el silencio se apodera del recinto, apenas y se escucha en el fondo el gorgoreo de una cafetera con el agua ardiendo.
¡Dios! ¡Dios Todopoderoso!
Haz que despunte el alba
y arráncame de mi pecho
este grito, este grito que me mata:
—“Agua mama, agua… agua tata.”

Termina el poema, brotan los aplausos y también alguna que otra lágrima entre quienes escuchan.
Con esta poesía, el profe Juan Carlos ganó alguna vez un concurso entre docentes de escuelas normales, en la lejana década de los setenta del siglo pasado.
La declamación, dice es la posibilidad de hacer tuyas con toda el alma las palabras que el poeta expresó, este arte, cuenta el docente de 68 años lo aprendió en la secundarias gracias a su maestro de español, el fresnillense Enrique Guerrero Gómez.
El quinteto de mujeres del taller de literatura de La Casa del Jubilado de Zacatecas leyó la leyenda de Margarita Díaz, La bordadora, una mujer que amó demasiado y murió en una profunda depresión por su infructuoso romance con Felipe, hijo de Matilde Aranda, quien se empeñó en impedir esa unión, pues la madre consideraba a Margarita no merecedora de su hijo por ser pobre y sin alcurnia.
Entonces Matilde se llevó a su hijo a la Ciudad de México y lo comprometió con una de sus sobrinas, Elvira, futura heredera de su padre, un acaudalado comerciante español, de quien había heredado una cuantiosa fortuna.
Felipe siempre pensaba en Margarita aún estando con Elvira, con quien finalmente se casó, luego de que Margarita fue obligada a bordar el velo del vestido de la novia acaudalada de su amado, los vecinos siempre la veían sentada junto a la ventana sumida en una profunda depresión hasta su muerte.
Tras esa trágica historia aparecieron las risotadas producto de ingeniosas calaveras, una de ellas dedicada a Karina Goitia, de quien se aseguró la muerte se la llevó a consecuencia de la peculiar forma imparable de fumar de la alegre servidora pública quien habría hecho en el mundo de los muertos inumerables y memorables pachangas… para todas las personas, pero más en especial para seguir aderezando el mundo de las personas mayores.
“Estar en este evento magnífico, del que salgo lleno de energía porque nos da la posibilidad a todos nosotros de demostrar que a nuestra edad, como adultos mayores todavía podemos dar mucho, celebrar, divertirnos, convivir y continuar hacia adelante”, dice luego de concluida la tertulia tras más de dos horas de sana convivencia.
“Seguimos en pie de lucha”, insisten los vivos, al celebrar a quienes se adelantaron en el camino hacia la eternidad



















